Los 10 mejores libros de 2015 según Babelia

4 La guerra no tiene rostro de mujer. Svetlana Alexiévich. Traducción de Yulia Doblovolskaia y Zahara García González. Debate

La utilización de la buena literatura para hacer periodismo no es nueva. Lo es que a alguien le concedan el Nobel por ello. Lo hizo García Márquez, que se sentía periodista antes que nada. Hace poco coincidieron Gabo desde América Latina y Kapuscinski desde la vieja Europa, y ambos confluyeron. Una síntesis es la bielorrusa Alexiévich. De ella se han traducido al castellano una crónica sobre Chernóbil, la historia de los millones de mujeres que combatieron en el Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial y la destrucción de la URSS en la vida de los verdugos y las víctimas. El mínimo común es el fracaso de la transformación del hombre antiguo en el Homo economicus. Con sólo una grabadora y una pluma, Alexiévich escribe novelas corales, de no ficción, sobre seres traumatizados por situaciones excepcionales a los que da voz y que cuentan la parte no heroica de sus vidas.

5 Sumisión. Michel Houellebecq. Traducción de Joan Riambau. Anagrama

Distopía cercana. Un profesor de la Sorbona se enfrenta al cambio. Entre la acción y la reflexión, narra la rendición que lleva a la conversión de Francia al islam. ¿Cómo? Francia 2022. El Frente Nacional va a ganar las presidenciales. Para evitarlo se une la izquierda a un partido musulmán. Vencen, nihilismo convertido en mandato. La civilización es dominio de lo salvaje, mientras que el desprecio al otro, a la mujer, es sumisión. No hay juicio, sí perfecto juego de la tensión narrativa para iluminar la tempestad. ¿Cómo? “… una especie de duda generalizada, la sensación de que no había nada de qué alarmarse”.

6 Eso. Inger Christensen. Traducción de Francisco J. Uriz. Sexto Piso

(Según sus editores) una cosmogonía, pero también un ejercicio de crítica política, una reflexión aguda y dolorosa acerca del empleo, una celebración de todo lo que existe. En un año con libros notables de Esperanza López Parada, Carlos Pardo y Rafael Espejo (por mencionar sólo españoles), Eso, de Inger Christensen, destaca por permitir acceder a su lector al lugar “donde idioma y mundo se tocan fructifican de- / forman o sea lo que sea lo que se hacen mutuamente”, que es el lugar del que proviene toda la poesía de relevancia; también (y particularmente) la que resiste intentos como éste de explicarla.

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